De eufemismos y disfemismos
Dicen algunos diccionarios que un eufemismo
es una palabra o expresión más suave o decorosa con que se sustituye otra
considerada tabú, de mal gusto, grosera o “demasiado franca”.
Tienen mala reputación.
“Eso se utiliza mucho en política para
engañarnos”, oímos a menudo. Ejemplos
no les faltan: “ajustes estructurales” en lugar de recortes, etc… Sin embargo, perdonad,
pero para que nos engañen no hace falta recurrir a los eufemismos.
Es verdad que hay frases que son disfraces fuera de carnaval, que
pretenden camuflar sin éxito, una realidad. Como cuando se nos anunció el cese
temporal de la convivencia de una conocida pareja.
Pero hay que reivindicar que a veces sustituir una palabra por otra más
digerible, conlleva ventajas. Por ejemplo, si a alguien lo llamas agresivo, tienes
muchas posibilidades de que se enfade. Si le comentas que es muy vehemente, y
lo acompañas de un movimiento de cabeza y una sonrisa, entenderá lo que le dices,
pero lo admitirá sin ofenderse. No por ello dejas de ser franco, y la
diferencia es que no se bloqueará con tu comentario.
En las reuniones, no olvidemos que nuestros comentarios se dirigen en
público con lo que el nivel de susceptibilidad suele ser muy superior al de una
entrevista en privado.
Las relaciones están tejidas con hilos de conversaciones y a menudo hay
nudos que las echan a perder.
Así, el buen uso de los eufemismos, nunca su abuso, es una herramienta
relacional destacable, que habrá que utilizar con inteligencia, dentro y fuera
de las reuniones.
Otro caso de buen uso es la sustitución de una palabra o frase dicha por
tu interlocutor, por otra más suave, siempre y cuando respetes la esencia de su
idea. En este caso, el uso del eufemismo también es una técnica que reporta
muchas satisfacciones ya que te permite evitar conflictos sin ser pasivo,
saldar discusiones infructuosas, evitar desviaciones, positivizar y relativizar.
Un ejemplo sería si alguien en una reunión comenta que tu procedimiento es muy
cuadriculado… Puedes ofenderte, defenderte indignado o “reconocer” con seguridad amable, que es
cierto que es “muy muy estructurado”.
Considero que la sinceridad está sobrevalorada. Ya sé que choco a la
gente cuando digo esto. Pero las personas más “peligrosas” que conozco suelen
empezar sus frases con un “yo es que soy
muy sincero/a”, “yo siempre digo lo que pienso”, ”yo siempre voy con la verdad
por delante”, “perdona que te diga”, “porque yo soy de los que dicen las cosas
a la cara”… y luego, sin anestesia, llega el dardo envenenado, normalmente
en forma de disfemismos, es decir, usando palabras o expresiones deliberadamente despectivas o insultantes en
lugar de otras más neutrales.
Hablar de persona sincera en estos casos, sí que sería un eufemismo…Hay
que llamar a esas personas por su nombre: sincericidas.
Foto de Petra Blahoutova (Pixabay)
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