jueves, 26 de julio de 2012

Moderar es mucho más...


Pequeño matiz...

Por mucho que yo alce los brazos y diga con entusiasmo “¡estoy volando!”, no significa que esté volando.

Lo mismo ocurre con la moderación de reuniones. Por mucho que yo diga que estoy moderando una reunión, por el hecho de haberla convocado y ser el “superior jerárquico” de la misma, no significa que realmente ejercite ese rol.

Supongamos, que ya es mucho suponer… que la convocatoria y selección de participantes ha sido impecable. El que debe “moderar”, olvida a veces las múltiples facetas de su rol :

  • Es el facilitador de la comunicación en la reunión (traduce, aclara, pregunta…
  • Se ocupa del grupo (las reuniones tienen un clima y él es el principal responsable de mismo
  • Gestiona los conflicto
  • Lleva la reunión (si sólo fomenta la participación sin “llevar” la reunión, vamos mal…
  • Controla el ritmo y el tiempo (que son cosas diferentes
  • Concluye (no simplemente acaba la reunión) resumiendo y estableciendo, en su caso, compromisos
Llevar una reunión, no es pasar un powerpoint-orfidal, o dejar que cada uno diga la suya (venga o no a cuento…) implica RESPONSABILIZARSE de la misma.



miércoles, 11 de julio de 2012

Autocontrol en reuniones




OM ...

A veces en reuniones, algunos comentarios son lanzados, o mejor dicho “arrojados”, con la clara intención de ponernos en evidencia, en una situación incómoda, o incluso sacarnos de quicio.

Si dejáramos rienda suelta a nuestros impulsos, la reacción natural sería como mínimo la de enojarnos… poniéndonos a la altura del “atacante”.

En mi caso particular, si “dejo libres” mis impulsos, podría ir más lejos, ya que confieso que en ocasiones me es difícil reprimir ciertos instintos asesinos con determinadas personas. Pero una vocecita (a veces afónica de tanto gritar!) me recuerda siempre:

·        “Eva, si te enfadas, ha ganado el impresentable” (ha conseguido su propósito)

Y acto seguido, primero controlo mi expresión facial (excepto la mirada), después el volumen y el tono de mi voz y por último, suelo utilizar uno de estos dos recursos, en función de la situación y del “personajillo”:

·        Una cortesía extrema o
·        El sentido del humor cómplice (por supuesto no ofensivo)

Ahora no recuerdo si os he hablado alguna vez de los dos acompañantes perpetuos que tenemos: “Don lo que tengo ganas de decir” y “Doña lo que me conviene decir”. Os aseguro que hay que escuchar más a la segunda, aunque sea un plomo!

"Uno que no sepa gobernarse a sí mismo, ¿cómo sabrá gobernar a los demás?". Esta frase de Confuncio me recuerda que cualquier demostración de falta de control, especialmente en público es una prueba de nuestra incompetencia para llevar una reunión o incluso un equipo.