Todos odiamos a los ladrones de ideas, pero quizás para otros, nosotros lo hemos sido...
Artículo en catalán cuya traducción podéis encontrar mas abajo, sobre un tema que ya sabéis que me preocupa : los ladrones de ideas
http://www.leconomic.cat/neco/article/4-economia/18-economia/715172-els-lladres-didees.html
LOS LADRONES DE IDEAS:
Es muy
probable que recuerdes (eso no se olvida fácilmente) alguna ocasión en la que
planteaste a alguien una idea y viviste una experiencia parecida a la siguiente:
Joan
estaba solo con Mariano. Este último lo escuchó dando más o menos muestras de
interés y al terminar su exposición, lo miró con cierto paternalismo y le dijo
que lo sentía, pero que esa idea no acaba de cuadrar, que no la veía viable… Eso
sí, le animó a seguir pensando… Pasado ese instante incómodo, Joan y Mariano
sonrieron y la conversación siguió por otro derrotero o simplemente se acabó.
La
situación descrita puede darse en muchos contextos: relación alumno profesor en
el ámbito escolar o universitario, entorno familiar… Pero donde a ciencia
cierta encontraremos más experiencias de este tipo es el mundo laboral. Por
este motivo permitidme que elija ese entorno para continuar.
Sigamos
con el ejemplo. Pasa un tiempo prudencial, nunca es inmediato, ya que aunque se
apropie indebidamente de ideas ajenas, no es idiota y Mariano entra en una
reunión.
Las
reuniones son el foro más habitual donde se presentan esas nuevas ideas de
dudosa autoría.
Marino
parece satisfecho de sí mismo y más motivado que de costumbre ¿sois capaces de
adivinar qué presentará como fruto de su propia inspiración y de una larga
reflexión? Bingo: LA IDEA DE JOAN!!!
Acerquémonos
y echémosle un vistazo:
“Buenos días a todos. Estaba
impaciente de teneros reunidos porque se me ha ocurrido una manera de disminuir
los costes de “X” sin reducir la calidad de nuestro producto estrella. Como es
un tema que me preocupa, llevo tiempo dándole vueltas. Por fin tengo el placer
de presentaros mi idea”
Pasado
el momento de estupor que te suele paralizar unos instantes - acompañado de
enrojecimiento facial, puños y dientes apretados y una apertura poco discreta
de los orificios nasales y de la mandíbula - varias son las posibles reacciones
que uno puede tener:
·
Defender
en la reunión “la propiedad intelectual no inscrita” de nuestra idea
·
Hablar
con él en privado cuando termine la reunión o cuando encontremos el buen
momento.
·
Sufrir
en silencio (instalándote en ese peligroso “va, total…”
·
No
decir nada y decidir “dejar de pensar” en la empresa…
La
primera es peligrosa si te une al ladrón de ideas una relación jerárquica (y
evidentemente no eres tú quien está arriba…). Esos peligros se incrementan
exponencialmente en función del egocentrismo del personaje. Sólo si tienes una
capacidad asertiva bien entrenada sería aconsejable emprender esta vía.
Recuerda que tu objetivo no es dejarlo en evidencia, sino recordar tu parte en
la creación de la iniciativa.
La
conversación privada posterior es la más prudente, pero resulta un tanto
frustrante ya que no está garantizado conseguir un reconocimiento público por
parte del delincuente intelectual.
“Sufrir
en silencio” puede ser utilizable muy puntualmente, pero hay que evitar
instalarse como hábito en ese inconfortable pero seguro: “No pasa nada. Total,
es mejor evitar malos rollos y eludir conflictos”
Desafortunadamente,
la última es la más habitual. Demasiadas personas optan por “no volveré a tener
iniciativa en mi vida” con la consiguiente pérdida de ideas valiosas que nunca
verán la luz. Ninguna empresa puede
permitirse huelgas mentales de sus colaboradores.
Todos nos hemos
quejado alguna vez de que alguien se ha adueñado de nuestra idea, pero no nos
hemos planteado nunca de que quizá, por pura torpeza y sin mala intención, otros
pueden acusarnos de lo mismo.
Vamos
a por otro ejemplo:
Puede
suceder que Matilde (que trabaja para ti) te proponga una idea, por ejemplo: “a minúscula rodeada con un círculo”.
A ti, esa idea, tal y como te la ha planteado Matilde no te parece
en absoluto una buena idea y muy educadamente le indicas que no acabas de ver
esa propuesta en los momentos actuales.
Vuelves
a tu casa y no puedes dejar de darle vuelta a la idea de Matilde (inviable en
sí misma). Eres tan majo, que hasta te da pena haber frustrado su ilusión… De
repente te surge A TI una idea ¿nueva? (para ti sí!) : “A mayúscula enmarcada
con un cuadrado”.
Aparece
aquí un conflicto de visiones (y de egos, no nos olvidemos): para Matilde ES LA
MISMA IDEA. Para ti, NO.
De
nuevo aparecen dos opciones :
- Plantear tu idea sin más. Te acabas de ganar
(probablemente de manera injusta) la reputación de ladrón de ideas, de
atracador de iniciativas. Tu fama te precederá.
- Si eres hábil, lo que harás cuando presentes tu “A mayúscula
enmarcada en un cuadrado” en la reunión, será recordar que en su día
Matilde te propuso una “a minúscula” y que madurando el tema y
adaptándola, gracias a ella surgió “A mayúscula” y por lo tanto agradecer
“la inspiración”.
También
se le puede llamar elegancia.
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