El “Efecto Pigmalión” se refiere a las consecuencias que provocan sobre el comportamiento de una persona las expectativas y creencias que se tienen de ella. Si ésta percibe que se le valora poco o que es tratada con desconfianza, esto se reflejará en sus acciones posteriores.
Hay que destacar en ese sentido el experimento Rosenthal: En una escuela se hizo un test de inteligencia a varias clases. Sin corregirlo, Rosenthal seleccionó un 20% de alumnos de cada clase y dijo a los profesores que sus capacidades eran superiores y que obtendrían mejores notas. A final de curso obtuvieron mejores resultados respecto a sus compañeros. Una vez más, cuando se espera mas de una persona, se crea un mejor clima emocional con esa persona, se le ofrece mas oportunidades de participación, se le exige más, se le escucha de otra manera y se le mantiene mas informada.
McGregor y Likert afirmaron también que la conducta del directivo genera un efecto trascendental en la de sus subordinados. En otras palabras, los empleados responderán según como crean que sus superiores esperan de ellos.
¿Qué pasa pues en el contexto de las reuniones? En las reuniones de equipos de trabajo, cuando un moderador DECIDE que algún participante “es interesante” interactúa con él de manera diferente que cuando lo etiqueta de “pobrecito-no-da-para-más”, influyendo a la larga, en la calidad de sus aportaciones y por la tanto en el resultado de la reunión. Lo más grave es que a veces esta etiqueta nos viene dada por una tercera persona y la asumimos sin ningún espíritu crítico. Hay que dar la oportunidad a los participantes en una reunión a que se expresen sin los sesgos de nuestros prejuicios.
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